En artículos anteriores he escrito sobre temas más complejos, relacionados con áreas tales como: economía, tecnología, política, historia y filosofía, pero en esta ocasión, escribiré algo más trivial – pero no menos importante– sobre la experiencia al viajar de manera express, a mi querida y bella ciudad de Caracas, lugar que tenía más de dos años sin visitar, por razones relativas a la pandemia actual, que nos ha tenido utilizando una herramienta tecnológica de comunicación llamada Meet de Google, para hacer las reuniones virtuales en tiempo real.
Por razones inherentes a mi trabajo de Consultor de sistemas y tecnología de información, tuve que abandonar la comodidad y la seguridad del hogar temporalmente y en este viaje mi esposa decidió acompañarme –como si fuéramos un par de turistas, que íbamos a explorar situaciones desconocidas– teniendo en cuenta que estamos vacunados con la pauta completa anticovid.
Como no sabíamos las condiciones actuales de la dinámica autopista
regional del centro –ARC–, para no correr riesgos por estar desactualizados,
decidimos usar el transporte público que nos recomendaron y a las 8 A.M.
llegamos al terminal de pasajeros, donde encontramos las secuelas de la crisis
y de la pandemia sobre la economía real y vimos casi la totalidad de los
negocios abandonados y quizás quebrados, pero nos llamó poderosamente la
atención, que algún emprendedor tuvo la idea de utilizar el local de su negocio,
para ofrecer un servicio de sanitarios, en buenas condiciones de limpieza,
donde cobraban por su uso un bolívar digital –1 millón de Bs de los anteriores– que al tipo
de cambio BCV actual, representa 22 centavos de dólar.
El vehículo que abordamos estaba en excelentes condiciones, el aire
acondicionado funcionaba bien – como a 18 grados centígrados, aunque hubiéramos
preferido aire normal, con todas las ventanas abiertas– y aceptaban diversos
tipos de pago: dólares, pago móvil y bolívares, siendo que, como aún no abundan
los billetes del nuevo cono monetario, los que circulan son los anteriores de
millones de bolívares.
Teniendo en cuenta que el volumen de viajeros ha disminuido por la
pandemia y por los precios dolarizados, donde quien percibe un salario mínimo
mensual de 7 bolívares –menos de 2 dólares, con lo que no puede pagar ni el
pasaje de ida y por eso cae la demanda–, tuvimos que esperar por casi por 2
horas, hasta que hubiera al menos la mitad del cupo lleno en la unidad de
transporte.
Al llegar al terminal de la Bandera nos encontramos con una grata
sorpresa, pues habían remodelado, pintado y reorganizado esta edificación, ofreciendo
un ambiente climatizado, techo raso instalado, limpieza en pisos y sanitarios,
seguridad, orden y todos los negocios, las taquillas de las empresas
transportistas y los cajeros automáticos estaban funcionado, donde cada cosa
estaba en el lugar que debería y esta primera impresión fue excelente, por dar
una cara pulcra y amable de la ciudad al visitante.
Inicialmente pensamos en tomar un taxi para movilizarnos en Caracas,
pero con la grata experiencia del terminal de pasajeros, creímos que de ahí en
adelante todo sería igual y por lo tanto, nos dirigimos hacia la estación del
metro de la Bandera y ¡oh! ingrata sorpresa, las escaleras eléctricas no
funcionaban en ningún sentido y tuvimos que hacer uso de la escalera normal,
donde mi esposa hizo un sacrificio por el dolor en las rodillas, pero, aun así,
ella decidió que continuáramos la aventura por el subterráneo, creyendo que la
avería era solo en esa estación.
Al llegar a la taquilla para comprar los tickets del Metro, solo había
un empleado quien nos indicó, que el costo era de Bs. 0,50 por persona, pero
que podíamos pasar sin pagar, pues los torniquetes estaban libres y ahí mismo, nos
encontramos con más escaleras normales, pues las automáticas tampoco
funcionaban –lo que es gratuito nunca funciona–.
Al llegar al andén del Metro, notamos que el tiempo de espera era mayor
que en épocas pasadas, no había aire acondicionado en el sitio y el tren venía
muy despacio, estaba sucio por fuera, hacía ruidos no convencionales, traía
algunos vagones sin utilizar, estaba sin aire acondicionado, sin altoparlantes
y por supuesto, con muchos pasajeros en cada vagón, lo que impedía el
distanciamiento social, recomendado como medida de bioseguridad para evitar más
contagios.
El viaje desde la estación de la bandera hasta plaza Venezuela fue muy
demorado y para completar, dentro del vagón había compradores de dólares,
vendedores ambulantes y gente pidiendo colaboración con diferentes tipos de
historia.
Al llegar a la estación Plaza Venezuela, por poco nos atropellan otros
usuarios, que no dejaban salir a quienes llegaban, pues entraban como
irracionales para buscar asientos desocupados y para tomar la línea uno con
rumbo hacia el Este, volvimos a encontrar que ninguna escalera mecánica
funcionaba y tuvimos que castigar de nuevo las rodillas.
El metro de la línea uno estaba más limpio por fuera que el anterior,
tenía el aire acondicionado funcionado, era más rápido, le funcionaban los
altavoces para indicar el nombre de las estaciones, pero también había muchos
pasajeros juntos en un solo vagón, vendedores de chucherías, cambistas de
dólares y pedidores de limosnas.
Por fin, llegamos a la estación de destino, donde no había ningún
funcionario del Metro visible y otra vez como castigo para rodillas y corazones
cansados, estas escaleras eran de mayor longitud y pendiente que las anteriores
y por supuesto, aquí tampoco funcionaban las escaleras automáticas, pues sus
motores estaban colocados fuera, esperando quizás por mantenimiento de
rebobinado y reemplazo de rolineras o ejes, que son las fallas más comunes de
los motores eléctricos, que funcionan por inducción electromagnética.
Al salir de la estación destino hacia la avenida Francisco de Miranda,
esperábamos que estuvieran funcionando los ascensores del edificio a donde nos
dirigíamos y afortunadamente así ocurrió, pero llegamos casi dos horas después
de la hora convenida.
Una vez cumplida la misión que teníamos, para no repetir el castigo
sufrido en el Metro o correr algún riesgo biológico o de otra índole, decidimos
tomar un taxi hasta el terminal de la Bandera, que nos cobró una tarifa de 10
dólares por el servicio, pero en la autopista del Este y la Francisco Fajardo o
Gran Cacique Guaicaipuro, el vehículo se apagaba con cierta frecuencia, quizás
por la calidad del combustible utilizado y ya en el terminal de pasajeros,
abordamos un transporte muy limpio, que tenía todas las ventanas abiertas y
estaba casi lleno, en el cual llegamos a nuestro sitio de origen, sin ningún
contratiempo adicional, excepto el dolor de las rodillas y una mala experiencia
adquirida, que tendremos en cuenta para no volver a usar el Metro como medio de
transporte en próximas ocasiones.
Para finalizar este artículo de forma objetiva –como es el estilo de
este articulista– me permito felicitar a los funcionarios y a las entidades que
han tenido la responsabilidad de mejorar y mantener el terminal de la Bandera
en las excelentes condiciones actuales, siendo que este es un buen ejemplo, que
deberían emular otras administraciones como la del Metro de Caracas y
adicionalmente, todos aquellos alcaldes, gobernadores y demás funcionarios, que
fueron elegidos en las elecciones del domingo 21 de este mes,
independientemente del partido político donde estén, quienes deben dedicar sus
esfuerzos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, mediante gestiones
honestas y con gerentes capaces, enfocados en el bienestar de la gente, donde
la misión que deben cumplir es ofrecer: seguridad, paz, orden, limpieza y
servicios públicos que funcionen de manera eficaz y eficiente, en un ambiente
de pulcritud y transparencia administrativa.
Alejandro Uribe: Economía y Política
Ingeniero, Consultor de Empresas e Investigador
Publicación Inicial: 14 de noviembre de 2022
en http://auribe-economia-y-politica.blogspot.com/
Nota: este artículo original de mi autoría, fue publicado en el prestigioso diario El Nacional, el 23 de noviembre del 2021 y está en el enlace: Mi experiencia de visitar Caracas
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