En nuestra cultura occidental la democracia es muy apreciada y es considerada como la mejor forma de gobierno para nuestras naciones, pues al menos en teoría, de acuerdo a la etimología de origen griego de esta palabra, la democracia es el gobierno ejercido por el pueblo.
A pesar de nuestra valoración por este sistema político, ya en el siglo V antes de Cristo, el filósofo griego Sócrates tenía reservas respecto a sus bondades y así quedó manifestado en el libro la República escrito por Platón, cuando en un diálogo, Sócrates preguntaba a su hermano mayor Adimanto, que si estuviera en un barco en medio del océano sería conveniente convocar a una elección para buscar dentro de los pasajeros quien condujera la nave o sería mejor averiguar si existiera algún capitán experimentado a bordo del barco para que tomara el control de la situación.
Justamente, la selección y elección de los candidatos apropiados para ejercer los gobiernos, es uno de los grandes problemas de la democracia en todos los tiempos, pues según Aristóteles esta se degenera o se corrompe, convirtiéndose en demagogia, donde para obtener el poder político se utiliza una estrategia basada en: la ignorancia de los ciudadanos, la retórica –habladera de paja–, la desinformación, la satanización del contrincante, la manipulación de los sentimientos de la gente y la propaganda política, en la que se invierten gran cantidad de recursos financieros en marketing y encuestas amañadas, sin que interesen las calificaciones, la honestidad, ni las capacidades de los candidatos postulados para ocupar los cargos públicos y desafortunadamente, no es posible para los ciudadanos comunes: seleccionar, postular y elegir, libremente a los mejores ciudadanos con que cuentan los países, porque son los grupos elitescos financistas quienes imponen a sus elegidos.
Tal como lo manifesté en un extenso artículo publicado el 11 de mayo de 2021, llamado Democracias con pies de barro en la realidad no ocurre la situación democrática ideal, donde el gobierno sea ejercido por el pueblo, debido a que los candidatos provienen de los partidos políticos y esos partidos necesitan financiamiento que reciben de élites económicas, compuestas en muchos casos por especuladores, delincuentes financieros, corruptos, falsos empresarios y hasta traficantes de cualquier índole y esos financistas prefieren promover a ciudadanos con algún tipo de debilidad, ignorantes e incapaces, que puedan ser sometidos, extorsionados, guiados y manipulados fácilmente, por lo cual ignoran, desprecian y repudian a los mejores líderes, que tengan experiencia, capacidad, honestidad y libertad de criterio, virtudes que son fundamentales para lograr gobiernos: honestos, eficaces, eficientes y exitosos.
Esta anomalía de la democracia basada en el dinero y en los intereses solo de las élites, en vez de las necesidades de los ciudadanos y la solución de sus problemas, no solo se observa en los países más pobres del mundo, sino también en las naciones más poderosas como es Estados Unidos –paradigma de la democracia– donde especuladores como George Soros aportaron grandes fondos al partido Demócrata para las campañas de Barack Obama, Hillary Clinton y Joe Biden y por otra parte, muchos fondos de la campaña de Donald Trump se recaudaron de al menos 80 multimillonarios.
Qué nos diría Sócrates de la democracia actual, que más bien parece un circo romano sin que haya pan –metáfora–, donde a pesar de las crisis globales que tienen al mundo sumido en el caos, la miseria y al borde de una guerra mundial, cuando se requiere el aporte de verdaderos estadistas, se proponen e imponen como candidatos a gobernantes a algunos individuos tales como son: comediantes, payasos, humoristas, titiriteros, magos, brujos, encantadores de serpientes, populistas, influenciadores y seudo dirigentes, cuya obra más conocida es enseñar sus posaderas en público.
Cuando cualquier ciudadano acepta ser postulado para ocupar un cargo público sin tener las calificaciones adecuadas, esta aceptación es su primer acto de corrupción, pero también pueden considerarse corruptos a quienes los promueven, para obtener el poder mediante el uso de la demagogia, que según los antiguos filósofos griegos termina convirtiéndose en tiranía.
Por otra parte, es bueno saber que si alguno de los líderes impuestos por las élites económicas se atreven a desobedecer a quienes los montaron en el poder, se utilizan diversos medios para acortar o entorpecer su mandato, donde puede haber entre otras acciones: diversos tipos de escándalo, impugnación de elecciones, devaluaciones monetarias, rebeliones y protestas financiadas, bloqueos y sanciones o hasta golpes de estado, entre otras herramientas de control político, para tratar de dominar a quien se desvíe de los propósitos para los que fue impuesto por sus financistas, que necesitan mantener el statu quo con sus malas artes, por los siglos de los siglos.
Estas son algunas de las razones por las cuales los electores pierden la fe, la confianza y la esperanza en los políticos y en los procesos electorales, lo que conduce a que haya altos porcentajes de abstención en las votaciones, debido a que en las ofertas de candidatos electorales no se da la oportunidad de escoger a los mejores representantes, que puedan resolver los problemas existentes, porque los elegidos están más orientados a trabajar en función de los intereses propios y los de sus promotores, en vez de atender las necesidades de los ciudadanos que se convierten en crisis humanitarias eternas con falsas expectativas de solución, en ambientes políticos donde aunque se vote no se elige.
Alejandro Uribe: Economía y Política
Ingeniero, Consultor de Empresas e Investigador
Publicación Inicial: 19 de noviembre de 2022
en http://auribe-economia-y-politica.blogspot.com/
Nota: este artículo original de mi autoría, fue publicado en el prestigioso diario El Nacional, el 08 de noviembre del 2022 y está en el enlace: Democracia y demagogia