En el diccionario de la real academia española, existen 11 definiciones de la palabra especular, que dependen de 2 etimologías latinas bien distintas; pero a los efectos de este artículo de opinión con orientación económica, usaré como definición del término especular, la afirmación que dice: “Especular es efectuar operaciones comerciales o financieras con la esperanza de obtener beneficios aprovechando las variaciones de los precios o de los tipos de cambio” o de manera más simple: “es la práctica de obtener un beneficio económico comprando barato y vendiendo caro”.
Se debe tener bien
claro, que por la costumbre de comprar barato para vender caro –acción de
especular– la especulación se ha camuflado con la actividad comercial honesta y
en principio ha sido considerada una actividad legal –aunque no todo lo legal es necesariamente: ético, correcto, justo u
honesto– pero en muchos casos, donde esta acción esté acompañada por otras
acciones adicionales tales como son: acaparamiento de bienes, negación o mal
funcionamiento de los servicios, competencia desleal, oferta de bienes y
servicios ficticios, manipulación de los precios, apalancamiento mediante
créditos en bancos de reserva fraccionaria y establecimiento de monopolios u
oligopolios, entre otras desviaciones, que aunque no sean penalizadas por la
ley, la especulación per se, no podría considerase 100% ética y termina
distorsionando el equilibrio de los libres mercados, que en principio deberían
responder a las fuerzas de oferta y demanda, sin la intervención de otras
fuerzas espurias e improductivas, siendo que esas distorsiones conducen a
crisis económicas cíclicas.
Podríamos considerar
que en principio existen dos tipos de especulación, que son la comercial y la
financiera, de modo que para ilustrar la de tipo comercial, relataré a
continuación algunos casos que me ocurrieron recientemente:
Debido a que las casas
requieren periódicamente mantenimiento, para reparar daños de elementos que se
deterioran con el uso, el paso del tiempo o por fallas que son producto de
vicios ocultos de construcción, tuve que comprar cierta cantidad de cemento y
las primeras bolsas que por cierto, no son los sacos de papel tradicionales de
45 kilogramos, sino un cemento en bolsas plásticas que llaman “a granel” y que
tiene menos peso que los sacos originales, de modo que compré inicialmente 2
bolsas de 38 kilogramos c/u a precio de 7 dólares por bolsa, pero al utilizarse
todo el contenido, tuve que buscar más cemento para continuar con la obra y recorrí
muchas ferreterías y negocios de materiales de construcción, pero me llevé una
sorpresa, porque en ninguno de ellos había existencia del material solicitado y
solo me ofrecían bolsas de a un kilo muy caras, pareciendo ser una situación
extraña del tipo cartelización y luego de seguir buscando, pude conseguir las
bolsas de 38 kilogramos, pero a 9 dólares por cada bolsa, lo cual implica que
el insumo había sufrido un aumento de 26,6 % en una semana, sin que hubiera
habido incremento de salarios ni de tarifas de servicios u otros aumentos y
como los precios en Venezuela están en dólares, no se justifica una inflación
en divisas de esa magnitud –si esa fuera la excusa–, cuando en el país emisor
del dólar, existe inflación por la expansión de liquidez actual, pero no pasa
del 5 % anual por ahora.
Además del cemento, el
maestro de la obra me solicitó tres codos de PVC de 90° y comencé mi búsqueda,
siendo que conseguí precios en dólares diferentes en cada negocio visitado,
tales como: 9, 7, 6, 5, 4, 3 o 2.5 por codo y al final, compré dos codos de 2.5
dólares c/u a un vendedor informal y el otro codo restante por 3 dólares en una
ferretería, pero teniendo en cuenta que esos artículos son hechos en Venezuela,
con materia prima y mano de obra nacional sub pagada, no veo ninguna
racionalidad económica, para que exista una diferencia tan abismal de precios
entre el máximo y el mínimo de un 260 %.
También tuve que
comprar una rejilla y su soporte de bronce de 4 pulgadas para el desagüe del
patio y hacía una semana que en una ferretería me habían pedido 8 dólares por
ella, pero el día que fui a comprarla, su precio estaba en 10 dólares, lo que
implicó un aumento porcentual de 25 % en siete días.
A la práctica de
aumentar constantemente los precios que están en divisas en Venezuela, sin
ningún tipo de racionalidad económica, solo la puedo catalogar como una
distorsión especulativa perversa, puesto que el país está en una economía
dolarizada por el lado de la oferta, pero con los salarios mínimos mensuales
que están cerca de los 2 dólares mensuales y con los precios internacionales en
dólares, considero que mientras se siga con estas malas prácticas especulativas
por parte de algunos comercios y se quiera mantener envilecido al salario de
los ciudadanos –mediante la ley del embudo–, no será posible la recuperación
económica nacional, puesto que para que crezca la oferta agregada o PIB, es
necesario incrementar la demanda agregada –que necesita de ciudadanos con
ingresos que tengan capacidad de compra y agentes económicos con ética en los
negocios– y existen algunos supuestos expertos económicos histéricos, que le
piden al gobierno que no aumente los salarios reales de los trabajadores,
porque les parece que un salario mensual mayor de 7 bolívares digitales –después
de la reconversión monetaria, que serán menos de 2 dólares– podría quebrar a
los pobres especuladores, que mantienen sus precios dolarizados, pero que pagan
los salarios pírricos en bolívares devaluados y devaluables.
Por otra parte, esos
mismos supuestos expertos también le solicitan al gobierno que disminuya el
encaje legal para permitirle a los bancos que puedan disponer más fácilmente de
casi la totalidad de los depósitos de sus clientes para prestarlos a tasas
reales cero o negativas, de tal forma que se transfieran los activos monetarios
en divisas o en moneda nacional de los clientes hacia los prestatarios
ineficientes, para que puedan enviar los fondos al exterior, donde pueden ser
estafados por delincuentes financieros internacionales, tal como ya ocurrido en
el pasado, siendo que con esas prácticas solo se logrará incrementar:
inflación, devaluación, especulación financiera y el deterioro del patrimonio
de los ahorristas, junto con el envilecimiento del ingreso de quien trabaja,
ahorra, invierte y produce, puesto que “con
ese tipo de supuestos asesores económicos amigos, el país no requiere de otros
enemigos” (metáfora).
En mi opinión, en una economía sana que se oriente hacia la producción en vez de la especulación, el único ente que debe generar moneda nacional, independientemente de su formato, debe ser el banco central, tal como lo indican las constituciones de las diversas naciones; la moneda nacional debería estar anclada y respaldada por oro, para que sea unidad de medida honesta y de mantenimiento de valor; los depósitos a la vista ya sean en divisas o en moneda nacional, deben tener un encaje legal del 100 % –es decir, deben estar siempre disponibles para cuando el cliente los solicite y no ocurra lo de las cuentas en divisas del convenio cambiario número 20, que están en el limbo– y los créditos otorgados a los inversores reales, deben basarse solo en depósitos a plazo fijo, que deberían cobrar y pagar tasas de interés competitivas y solo ese tipo de depósitos debería tener un encaje legal cercano a cero, para favorecer el ahorro voluntario real; de tal manera que al recuperar el poder del ahorro, la credibilidad en la moneda, hacer al consumo más racional y a la inversión más productiva y eficiente, como consecuencia inherente a la caída de la inflación de consumo y también de activos, para que se produzca un incremento en los salarios reales y también de esta manera se eviten quiebras futuras de bancos y crisis financieras indeseables, como ha ocurrido en tiempos pasados con algunos casos tales como fueron Lehman Brothers en EEUU o los casos del Banco Latino y del Grupo Latinoamericana Progreso en Venezuela, por el uso de prácticas crediticias no inocuas y riesgosas, como son el uso de la reserva fraccionaria al crear dinero de la nada para otorgar créditos y la aplicación de encajes legales cercanos a cero para los depósitos a la vista, que conducen inexorablemente hacia la quiebra de la economía.
Finalmente, una dicotomía que en el pasado les hacía perder el tiempo y la energía en discusiones estériles y bizantinas a los ciudadanos, era dividir y enfrentar a la gente entre capitalistas y socialistas, pero para los amantes de las dicotomías, actualmente es preferible hacer una taxonomía entre productores y especuladores, pues mientras los primeros crean riqueza para las naciones, los segundos se apropian indebidamente de los activos ajenos, mediante la manipulación de precios, tasas de cambio y la creación de leyes y normas sobrevenidas, promovidas por politiqueros mantenidos por los especuladores, si analizamos los casos de Mr. Gates y Mr. Soros, tal como fueron expuestos en los párrafos anteriores.
Saludos cordiales,
Alejandro Uribe: Economía y Política
Ingeniero, Consultor de Empresas e Investigador
Publicación Inicial: domingo, 26 de septiembre de 2021
en http://auribe-economia-y-politica.blogspot.com/
Nota: este artículo original de mi autoría, fue publicado en el prestigioso diario El Nacional, el 14 de septiembre del 2021 y está en el enlace: Prácticas especulativas
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